Recordándote Heidi

He estado soñando y pensando mucho a mi primera perrita. Por eso, aprovecho este espacio para hacerle un memorial. Aunque hace tiempo que se fue, la tengo en mi corazón siempre. El fin de semana, pasé por donde están sus cenizas y afloraron tantos recuerdos, tantas memorias, pero sobre todo un agradecimiento infinito por la fortuna de que nuestros caminos se cruzaron.

Heidi, fuiste mi compañera y confidente, la que conocía todos mis secretos, preocupaciones y tristezas. Cuando sentía que se me caía el mundo encima, ahí estabas.

En la noche, no había nada más delicioso a que te acorrucaras conmigo mientras veíamos la tele juntas, era la forma ideal de terminar el día. Sentir tu pequeño cuerpo junto al mío me daba una paz increíble. En las noches preferías dormir en tu cama, pero no había nada tan delicioso como despertarme oyéndote rascar en mi puerta y comenzar el día juntas debajo de las cobijas abrazadas después de unos amorosos lenguetazos. Cuantas sonrisas y carcajadas me sacaste. Cuantos momentos especiales compartimos. Esa energía de cachorra que corría como galgo entre los muebles de la casa y luego se transformó en la acompañante perfecta al lado de mi escritorio que buscaba esa franjita de sol para tomar largas siestas.

Te dormiste en mis brazos para nunca despertar. Ya la diabetes y edad por más que tratamos de darte una buena vida hicieron que tu pequeño cuerpo pidiera descanso. Me acompañaste tanto, por más de 14 años. Traté de ser fuerte, dejarte ir y pedir que volaras alto, que sintieras el cariño y agradecimiento arropándote en tu viaje. Se que podrán pasar los años, pero nunca te olvidaré. Me enseñaste sobre compañía, alegría, juego, diversión y sobre todo ese amor especial y único que se le tiene a un mejor amigo perruno. Ahora descansas en un lugar en donde el sol de la mañana te acompaña, en medio del bosque, pájaros y el susurro del viento, libre, volando, pero también siempre en mi corazón.

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